Ayer, viendo la final del torneo de Montecarlo, me fui con mal sabor de boca. El causante: una persona anónima cuyo nombre me gustaría conocer: el rotulista de TDP. Por lo visto, en la cabina de control hubo una catástrofe –vete a saber cuál– y tuvieron que llamar al primer idiota que se encontraron por la calle para hacer los rótulos. O al menos es la única explicación que se me ocurre. Mientras Nadal respondía sendas apreciaciones zalameras –ojo, que no preguntas– de Xavi Díaz y Alberto Berasategui, un rótulo en la parte inferior de la pantalla rezaba:
rafa nadal – el mejor
En primer lugar, que conste que no he sido yo el que se ha olvidado las mayúsculas. Pero la cuestión aquí es: ¿la objetividad dónde ha quedado? Estoy acostumbrado a que, muy de acorde con "la conspiración Rafa", los medios echen flores a Nadal indiscriminadamente. Pero esto es para echarse a llorar. Menos mal que después intentaron arreglarlo, y cuando hacían una conexión telefónica con Manolo Orantes, ponían el siguiente rótulo:
manuel orantes – el que fuera el mejor
Estos rótulos eran muy divertidos cuando los utilizaban en el CQC. Pero no sirven para cualquier programa. Del humor al deporte hay un trecho, que ni todo el sensacionalismo ni todo el pastiche televisivo me harán olvidar. Ellos mismos me dan la razón cuando poco después ponen por enésima vez en la semana la instantánea de Caroline Wozniacki, número 1 del tenis femenino, junto a un travestido Tsonga en la fiesta de jugadores. En resumen: basura. No es esto lo que quiero ver en una retrasmisión de tenis. Ya basta de telecinqueo.
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