lunes, 24 de octubre de 2011

El factor cancha

Siempre queda algo de lo que hablar si hay intención de ello. Ayer, la disputa de la final del torneo 250 de Estocolmo entre Monfils y el meritorio Nieminen me dio pie a hablar de algo poco común en lo que no demasiada gente repara pero sobre lo que yo tengo una especial predilección: el público.

Cada torneo es un mundo, no cabe duda, y la diferencia de actitud de los públicos es una de las muestras más fehacientes de ello. A medida que uno va viendo distintos torneos se da cuenta que en cada país el tenis se vive de una completamente manera distinta a los demás.

En el caso de Estocolmo, guardo todos los años mucha expectación con su inicio. Los suecos son un público que, con el aliciente de la velocidad de la superficie, demuestra una gran sobriedad. Pero, para mí, quizá se trate del público más entendido del circuito. No extraña que esto sea así en un país que, si bien en uan profunda crisis en la actualidad, tiene una solera tenística casi incomparable. Guardan un silencio reverencial digno del Wimbledon de antaño pero saben volcarse cuando el juego sube de nivel o también, claro está, cuando juega uno de los suyos, como sucedió con su casi paisano aspirante en la final Jarkko Nieminen. En un torneo indoor como este, además, el público se hace oír más, pero su reducido aforo de unas 5.000 personas sin duda sirve para mantener el nivel a raya.

Por contra, el público que menos me gusta: el asiático. En torneos como Pekín, Tokio y Shanghai no solo se demuestra que el tenis puede generar pingües beneficios allá donde va, sino también que, en realidad, lo único que les interesa, es ver a tenistas locales y a superestrellas. Los tenistas medios no despiertan el menor interés. Son ruidosos, y suelen ir al campo con la familia, lo que no ayuda precisamente a mentener el silencio. Valoran más la espectacularidad que la calidad en sí del juego, aunque tampoco es algo que se les pueda reprochar demasiado. Muy similar es el caso de Doha y Dubai, cuya audiencia, sin embargo, está en gran medida formada por extranjeros residentes en las metrópolis petroleras. Casablanca quizá sea un mejor ejemplo.

Los norteamericanos demuestran una pasión enorme, se vuelcan en algo que, si bien es cierto, ven más como un show que como un deporte. Quién podría negar esto en la semifinal de este año en Flashing Meadows con un Djokovic que parecía salido del circo romano. Quizá más ruidosos aún que los asiáticos, necesitan de gritar continuamente y convertir los aledaños de la pista en un espectáculo adyacente con técnicas como la Kiss Cam. Pero, pese a tanta distracción, saben interpretar muy bien los momentos de tensión del partido.

Los británicos, con su radiante major en césped, soin la mejor muestra de la evolución de la actiud en el tenis. Históricamente, Wimbledon ha sido el torneo del silencio reverencial, de la caballerosidad casi extendida hasta la sosería. La creciente lentitud de la pista y la mayor espectacularidad del juego ha cambiado este hecho, y el silencio ya no es tan ostensible. Digamos que el público inglés se ha españolizado un poco: más cánticos, menos aplausos e incluso alguna que otra obstaculización, pero nada del otro mundo, así como, pese a problemillas como el clásico murmullo antes del segundo saque, el público español es bastante correcto salvo cuando juega Nadal. Los británicos, por su parte, siguen haciendo méritos para continuar siendo considerados como uno de los mejores públicos. Lo demuestran aún más en las World Tour Finals de Londres, acompañados eso sí de un escenario espectacular como el O2 Arena.

Y, para terminar, quiero hablar sobre los franceses. Se les tiene algo de manía en España, pero merecen especial mención porque tienen un major con el que demuestran que les sobra solera. Su mérito no se les puede quitar ni aun con todos los desencuentros del mundo con Nadal. Son quizá el público más comprometido: llenan la pista no solo para apoyar a sus tenistas, con los que por cierto mantienen una posición remarcable, sino para ver buen tenis. Les gusta el tenis técnico: buenos detalles y a su vez un buen ritmo, lo que, si está acompañado por algo de tensión, puede ser épico gracias a la pasión que les caracteriza, aun con el respeto siempre presente. Aún hoy, cuando recuerdo el ambiente que le dieron a la semifinal de este año entre Federer y Djokovic se me pone la piel de gallina. Sin ser Federer francés, lo han adoptado como local por la vistosidad de su juego y por su desempeño en años anteriores. Demuestran, un día tras otro, pese a no llegar el abanderado de su tenis que ellos buscan, que nadie como ellos merece un Grand Slam.

martes, 13 de septiembre de 2011

GS US Open: "Humans are gone"

EMMANUEL DUNAND – GETTY IMAGES

Las semifinales entre Federer y Djokovic fueron, con miedo, errores, decepción y cansancio, un perfecto ejemplo de partido terrenal. La final, que acaba de terminar hace unos minutos, ha sido algo superior, sobrenatural. Tal y como comentaba el locutor americano de Eurosport en medio de la refriega: "Humans are gone". Esto ha sido toda una experiencia ultrasensorial que, personalmente, me ha resultado difícil de creer. No es fácil encontrar palabras para lo que se ha vivido esta madrugada. Ahora mismo me tiemblan los dedos al escribir y no creo que pueda conciliar el sueño. Esta noche se ha hecho historia.

El número 1 y el número 2 del mundo se enfrentaban en un momento soberbio de forma, en la final del último Grand Slam de una temporada inolvidable. Tras un arranque del primer set con buenas sensaciones en el que Nadal parecía dominar con sus cambios de ritmo con el revés cortado y las aceleraciones con el drive, Djokovic arrolló al español en los dos primeros sets. Cierto es que la disputa fue genial y que en ambos sets Nadal comenzó con un break por delante, pero la tremenda confianza del balcánico parecía abocarle irremediablemente a la victoria.

El día en Nueva York llegaba a un precioso ocaso crepuscular, adornado con el característico skyline de fondo, cuando comenzaba el tercer set. Nole comenzó con break arriba, confirmando la tendencia de los sets anteriores. Sin embargo, la recuperación de Nadal llegó y nos dejó a todos boquiabiertos. Jamás he presenciado un set como el tercero de esta final. El ritmo de bola era meteórico, en un grado tal que costaba creerlo. Ambos jugadores golpeaban dejándose el alma en cada golpe y luchaban cada punto más allá de lo humanamente posible.

A partir de entonces, dos leyendas batallaban ante una grada enfervorecida, consciente de la trascendencia de lo que estaba presenciando. El tercer set proporcionaba un envite tras otro, cada uno más espectacular y dramático que el anterior. Cuando todo parecía perdido, con 6-5 y saque de Djokovic para cerrar el partido, Nadal se sacó de la manga quizá el mejor juego de la final para llegar al tie-break y demostrar que es el rey de los momentos igualados.

En el cuarto, se nos cortó la respiración. Tuvimos un ingrediente extra de drama para poner la guinda al pastel: Djokovic tenía molestias. Y, por si hay alguna duda: no, no escenificaba. Recibió un masaje en la espalda tras apuntarse con enorme sufrimiento el primer juego del parcial con su servicio, y posteriormente en cada uno de los descansos. Pero esta final no se merecía un desenlace tan penoso. El serbio sacó fuerzas de flaqueza y, sin hacer gesto alguno de dolor, comenzó tomar riesgos y a golpear aún mas fuerte. Nadal, tras la apoteosis del tercero, se quedó desarbolado. También comenzó a pesarle la presión. Ya no solo luchaba por casta, sino por ganar, pues parecía que el serbio no llegaría en condiciones de disputar un hipotético quinto set. Pero no hizo falta.

Nole cerró el cuarto set por un engañoso 6-1 en el que todos y cada uno de los juegos fueron de thriller. Y eso que, en todo el set, no hizo una solo de sus exageradas celebraciones tras ganar algún que otro punto épico. Llamadme loco, pero creo que la leyenda de Djokovic nace aquí. El serbio ahora sí es un nombre ilustre y no sólo un talento desmesurado con un extraordinario estado de forma. Que Nadal tenga la cabeza bien alta: ha perdido contra alguien más que el jugador de moda –como algún insensato se empeñaba en pintarle–, desplegando además un tenis fulgurante que ha dejado constancia del campeón que es y, por descontado, su orgullo intacto. También Nadal es ahora más grande. El tenis, lo es.

CLIVE BRUNSKILL – GETTY IMAGES

domingo, 11 de septiembre de 2011

GS US Open: El diván del Dr. Freud


CHRIS TROTMAN – GETTY IMAGES

Roger Federer tenía dos pelotas de partido al saque frente a Novak Djokovic con un 5-3 en el quinto set. De todos es sabido que el suizo es un tenista de sangre fría, pero que pese a su dilatada experiencia y a que ya ha conseguido casi todos los logros posibles, se presiona sobremanera en estos momentos decisivos. Fue entonces cuando Djokovic, con el agua al cuello, fue capaz de sentar al maestro en el diván de sus preocupaciones. Dos golpes de thriller –un resto directo aparentemente imposible y una derecha que pintaba definitiva pero se estrelló en la cinta– y la incomprensible psicosis del campeón afloró desde lo más hondo de su subconsciente.

Pudiera parecer que el problema no era tan grave: tan solo dos bolas de partido perdidas. Federer aún tenía el saque para cerrar el partido. Pero de repente, como reza la expresión inglesa, el peso del mundo cayó sobre sus hombros. Dos matchpoints desperdiciados: exactamente igual que le pasó el año pasado, en la misma ronda y con el mismo rival. De nuevo, como con Tsonga en Wimbledon hace un par de meses, la losa de perder un encuentro que dominaba dos sets a cero. Y para colmo, el chacal, cuya piel habían vendido antes de tiempo, con un resto ganador tan afortunado como suicida y la posterior payasada de turno, se acababa de ganar el beneplácito de una grada que momentos antes defendía a muerte al suizo.

El juego de Federer ayer casi no tuvo fisuras: tan completo, variado y estético como acostumbra; incluso el revés –que tantos y con tan poco crédito denostan– funcionó mejor que de costumbre. Sin embargo, el maestro ayer recordó al de tantos otros momentos de pánico sin los cuales habría agrandado su ya de por sí excelsa leyenda. Algunos capítulos memorables son Roma 2006 (dos matchpoints perdidos ante Nadal) y Hamburgo 2008 (Nadal le remonta un 5-2 en el primer set),  Por citar dos ejemplos relativamente remotos. Pero recientemente son muchos más, demasiados, los puntos negros en el recuerdo del suizo: Australia 2009 (pierde el tercero ante Nadal tras varios setpoints y un servicio para cerrarlo), US Open 2009 (del Potro le remonta tras ir break arriba en el cuarto), Indian Wells y Miami 2010 (Baghdatis y Berdych le levantan sendos matchpoints en torneos consecutivos), US Open 2010 (el precedente con Nole) e incluso Roland Garros este año (cuando Nadal le remontó un 5-2 y dos breaks arriba en el primero).

Losa tras losa, la carrera de Federer se va acabando. Cada nuevo lastre, como el que le ha endosado Djokovic, pesa mucho más que todo el supuesto declive físico que muchos se empeñan en atribuirle. Su lucha ya no es con los demás, sino consigo mismo. Si ama este deporte lo suficiente, será capaz de reponerse y prolongar su carrera algunos años más, pues su físico y su juego se lo permiten. Si no desea enfrascarse por más tiempo en la lucha del circuito, puede que deje de buscar un broche de oro para cerrar su casillero de títulos. Ojalá siga demostrando que estos repentinos ataques de pánico no son más que una muestra de que sigue teniendo intacta la ilusión que le llevó una y otra vez a lo más alto de este deporte.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Valor al alza

JULIAN FINNEY – GETTY IMAGES SPORT
 
Hace un par de años, gracias a TDP, tuvimos la oportunidad de seguir la retransmisión de uno de los primeros partidos ATP de un prometedor jugador búlgaro, Grigor Dimitrov, frente al por aquel entonces top-ten Gilles Simon. Tras un partido absolutamente vibrante y muy vistoso que los espectadores del torneo de Marsella tuvieron la fortuna de presenciar, el jugador francés consiguió llevarse la victoria en el tercer set ante el joven búlgaro de tan sólo 18 años, que daba un aviso de su potencial.

Por aquel entonces, Dimitrov no era más que una promesa que había deslumbrado en el circuito junior con su depurada técnica y una actitud admirable. En el año 2008 consiguió ganar Wimbledon y el US Open en categoría junior, y disputó sus primeros partidos en torneos ATP, ganando incluso uno de ellos en el tie-break del tercer set. En 2009, el joven Dimitrov, cuando aún estaba acostumbrado a moverse por torneos Futures y si acaso Challegers, dio muestras de su verdadero potencial con dos semanas de gran tenis en Rotterdam y Marsella, torneos consecutivos disputados en el mes de febrero para los que consiguió sendas invitaciones.

En la primera ronda de Rotterdam, Dimitrov tuvo la osadía de batir a un jugador arraigado en el circuito, Tomas Berdych. Si bien el checo entonces no era un top-ten consolidado como ahora, la victoria fue a todas luces inesperada y le dio alas para disputar su próximo encuentro. En este partido de segunda ronda, tras solo haber ganado dos partidos ATP, se midió a un tal Rafael Nadal, que venía de conseguir su primer Grand Slam en pista dura en el Open de Australia, tras ganar a Verdasco en semis y a Federer en la final en sendos épicos duelos a cinco sets. Pues bien, a Nadal no pudo doblegarlo, pero consiguió arrancarle un set y exhibir un juego brillante capaz de poner en jaque al número uno del mundo. Casi nada. La semana siguiente recibió una invitación para Marsella y jugó el partido que mencionaba ante Simon.

Los que descubrimos entonces a Dimitrov nos quedamos prendados por su brillante juego, muy elegante, cuyo revés a una mano era casi un calco al de Roger Federer. Se esperaban grandes cosas de él, pero, sus mayores logros se limitaban a aquellas dos semanas de febrero de 2009. Su trayectoria en los dos años siguientes había sido un galimatías de irregularidad que hacían presagiarle un futuro incierto: tan solo ganó dos partidos ATP en 20 meses, eso sí, ambos en Queen's, sobre hierba, su superficie predilecta. Llegó a contratar como entrenador –sin resultados aparentes– al ex-técnico de Roger Federer, Peter Lundgren. Pero las comparaciones con el suizo, su ídolo, le quedaban grandes.

Sin embargo, parece que este año 2011 le ha llegado la irrupción definitiva como tenista. Por fin se ha metido entre los 100 primeros, y actualmente ocupa la posición número 57 en el ránking de individuales. Ha conseguido llegar a los cuartos de final en dos torneos ATP: Munich e Eastbourne, uno sobre tierra y otro sobre hierba, lo que da a entender que su juego pregresa y, además, se adapta a todas las superficies. Sus victorias en torneos ATP han dejado de ser eventuales y ya no pueden contarse, como antes, con los dedos de una mano. Habrá que dejarle madurar y crecer como tenista sin perderlo de vista y, por otra parte, se agradecen incoporaciones de tenistas técnicamente tan exquisitos al circuito profesional. Todavía tiene mucho más potencial para exprimir pero ahora, por fin, parece que esta promesa, al contrario que tantas otras, no se va a quedar en el camino.

BEN STANSALL – AFP/GI

domingo, 26 de junio de 2011

GS Wimbledon: "God save The Queue"

La hierba tiene algo especial que nos atrae a los verdaderos amantes del tenis. No es que el juego sea más espectacular ni más bonito, sino más puro. Y esa pureza en el juego, que se ve a la legua con unos jugadores más que otros, combinada con el clasicismo y los aires de nostalgia de los tiempos pasados, cuando el tenis era el deporte predilecto de aquellos estirados lords británicos, es lo que explica el éxito del único torneo en hierba importante del mundo, que de hecho es El Torneo por excelencia de la historia del tenis y parece nunca dejará de serlo.

La magia del tenis habita en Wimbledon. Esa magia que te hace esperar más de 8 horas de cola para ver apenas 3 horas de espectáculo con una entrada de paseo. Esa magia que hace que te empujes con una marabunta de chinos y grites de alegría cada vez que Schiavone gana un punto en su partido de dobles. La misma magia que puede hacer que te encuentres con los padres de María José Martínez en la colina de Wimbledon, te pidan que les hagas una foto, y comiences a hablar con ellos sobre la trayectoria de su hija. Un lujo de magia*.

La Cola. Se merece las mayúsculas.
* Pero a pesar de la magia hacen un frío y un viento del carajo. Y... thanks God que no llovió.

martes, 7 de junio de 2011

ATP 250 Halle: Comienza la hierba

Todos los años, a estas alturas de la temporada, el fin de Roland Garros da lugar a una noticia muy positiva para los amantes del tenis: la llegada de la temporada de hierba. Y lo de temporada es un decir. La semana inmediatamente posterior a Roland Garros, los jugadores que no han quedado exhaustos en el Grand Slam parisino comienzan su preparación para Wimbledon. Este año, han sido varios los exhaustos que se han borrado de los torneos preparatarios. Las ausencias más sonadas han sido las de Federer y Djokovic, en Halle y Queen's respectivamente. Nadal, pese a haber vencido en Roland Garros este domingo, acudirá a su compromiso en el torneo londinense del Queen's Club, donde intentará adaptarse a la superficie de césped para llegar en condiciones de ganar la que sería su tercera corona en Wimbledon y su undécimo major.

El torneo de Halle arrancó su cuadro principal ayer, con la gran ausencia de Federer, cinco veces campeón en el torneo alemán. Federer había firmado un contrato con Gerry Weber, el director del torneo, un contrato según el cual jugaría en Halle hasta su retirada. Por tanto, el comunicado en que se excusaba de su ausencia por unas molestias en la ingle podría ser perfectamente un pretexto por haber incumplido el contrato. Aunque quizá sí sea verdad que la final en París haya repercutido en el estado físico del suizo, que está a poco más de un mes de cumplir 30 años.

Como viene siendo habitual, TVE cubrirá la retransmisión del torneo alemán. Desconozco los motivos por los que el canal público ha optado por cubrir este torneo y no el de Queen's, donde juega Nadal. Posiblemente sea una cuestión del precio de los derechos, ya que Halle es un ATP 250 y Queen's un ATP 500. Lo que tengo claro es que si ellos pudieran, emitirían cualquier torneo que Nadal jugase. Aquello de OPCIÓN 1 y OPCIÓN 2 en la programación de la final da fe de ello.

De todas formas, hay bastantes cosas interesantes con las que cuenta el torneo alemán. Una de ellas: poder disfrutar de los "delicatessen" alemanes jugando en uno de los pocos torneos de hierba. Melzer está ausente, pero hemos podido ver en acción a tenistas de clase como Florian Mayer y Philipp Petzschner, solventando además sus compromisos. Mayer venció a otro jugador alemán, Dustin Brown. Su nombre de origen anglosajón y su aspecto de rastafari dan buena cuenta de sus orígenes jamaicanos, lugar donde además reside.

MARK KOLBE – GETTY IMAGES

También merece la pena recordar que dos grandes figuras del circuito como son Tommy Haas y Lleyton Hewitt vuelven a la competición tras una larga temporada fuera de las pistas a causa de las lesiones. Haas ya reapareció en París, donde cayó ante el turco Marsel Ilhan con un rendimiento insuficiente como para vencer en un torneo en el que ya se impuso en 2009. Hewitt tendrá la casi imposible misión de defender el título que consiguió brillantemente el año pasado venciendo en la final a Roger Federer. Tomas Berdych y Milos Raonic serán favoritos en un torneo en el que también participará el "top ten" francés Gael Monfils. Petzschner, Troicki, Dolgopolov, Mayer, Lu y Kohlschreiber pueden ser también grandes candidatos.

TOBIAS HEYER – AFP/GI

domingo, 5 de junio de 2011

GS Roland Garros: La finalísima

CLIVE BRUNSKILL – GETTY IMAGES SPORT

Ya lo auguraba en mi anterior post. No ha habido sorpresas en la final. Cuando Federer juega contra Nadal, y mucho más en Roland Garros, el resultado siempre es el mismo. Es como si, al verle la cara a su némesis, dejara de ser por un momento el jugador considerado el más grande de la historia del tenis.

Pero bueno, no todo ha sido negativo. No nos engañemos: Nadal ha vencido pero no ha convencido. Hoy ha ganado por el DNI, al igual que durante la mayor parte del torneo. Ese DNI que hace encogerse el brazo de Federer y perder un primer set que dominaba 5-2 contra un Nadal en baja forma e incluso con dificultades físicas, algo que ha condicionado la totalidad del partido. Al menos Federer ha sido capaz de ganar el tercer set, algo que, al menos yo, no esperaba que tuviera motivación para hacer.

Hoy ha sido un partido perfecto para radiografiar los partidos de esta rivalidad clásica que el balear ya domina por 17-8. A lo típico de las bolas altas sobre el revés de Roger, hay un aspecto bastante curioso que pocos perciben: el resto de Federer. Ya sea porque Nadal saca mejor, por la presión o por la motivación, el resto pasa a ser el golpe fundamental del juego de Federer cuando juega contra Nadal. Cuando resta bien, pasa a dominar los peloteos con sus golpes de fondo y multiplica sus posibilidades de conseguir el break. Con el break debajo del brazo, luego es capaz de tener la tranquilidad suficiente como para servir de forma arrolladora. Pero, como es obvio, hoy sólo a restado bien a ráfagas. Esas ráfagas en las que ha sido muy superior a Nadal.

De todas formas, tampoco hay que restar méritos a Nadal. Pensemos fríamente el mérito que tiene ganar un Grand Slam hoy en día jugando de una manera mediocre durante la mayor parte del tiempo. Nadal es un fuera de serie en tierra. No se puede negarlo. Ha conseguido que, por mucho que lo negara el gran Tomás Carbonell en la retransmisión, ganar en Roland Garros sea una rutina, una tradición que incluso TVE tiene en cuenta a la hora de programar su parrilla (qué hipócrita es eso de OPCIÓN 1 y OPCIÓN 2 según llegue Nadal a la final o no).

A quien sí que hay que restarle méritos, otra vez, es al dichoso rotulista de TDP. Hoy se ha vuelto a lucir el anónimo farsante. Este ha sido su lucimiento:

rafa nadal – una vez mas... el mejor

Pues... una vez más, sin mayúsculas. Y creo que también sin tildes. Y una vez más sin objetividad. ¿Es que nadie se da cuenta de "La conspiración Rafa"? Basta ya de fanatismo de pandereta. Esto es tenis, señores y señoras, no fútbol. El deporte de la caballerosidad, de los gentlemen. Ese triunfalismo nacionalista sobra. Hay que ser caballeroso incluso en la victoria. Y que conste que Nadal no tiene la culpa. Su actitud es intachable.