No sé quién tendrá la culpa de esto. Quizá sus padres, por inculcarle el tenis desde niño y convertirlo en su forma de vida. Ya lo vimos ayer en una entrevista emitida por TVE al propio Djokovic de pequeño: "El tenis para mí es una obligación". Después de todo: hay que agradecérselo a sus padres.
O puede que sea por una figura tan importante en la carrera de Nole como Marian Vajda. Desde que le comenzó a entrenar en mayo de 2006, ha conseguido convertir a un alocado crío rebosante de potencial en el campeón firme y creativo que es hoy en día. Y esto incluso después de prescindir de Vajda durante los inicios de 2009 para hacer un infructuoso experimento con Todd Martin. Pero al final acabó haciéndole volver a la senda correcta, e incluso recuperó su saque. A Marian Vajda también: gracias.
"Djokovic es una apisonadora". Toda la razón para Juan José Mateo. Ayer era probablemente el duelo en el que partía como menos favorito de todos. Y con razón: nada menos que una semifinal de más de tres horas frente a Andy Murray, que acabó después de las 11 de la noche del día anterior. Nadie pensaba que Nole pudiera levantar un 5-4 abajo al resto en el set final. Tampoco nadie pensaba que, con molestias ante Murray, pudiese recuperarse físicamente lo suficiente como para plantarle cara a un Nadal que en Roma ha decepcionado mucho más que en Madrid. Pero lo hizo. Vaya que si lo hizo.
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CLIVE BRUNSKILL – GETTY IMAGES SPORT |
Más al límite que nunca, el factor que llevó a Djokovic a la victoria no fue otro que su enorme confianza, unido a la brecha que ha conseguido abrir en la mentalidad de Nadal con estas tres últimas victorias. Ya cansa decirlo, pero es que este año no ha perdido todavía. Son 37 las victorias consecutivas, que le han valido para adjudicarse 7 torneos (Australia, Dubai, Indian Wells, Miami, Belgrado, Madrid y Roma). Estos números ya empiezan a dar miedo. Que tiemblen Mac y sus 42 triunfos que viene Roland Garros.
El déficit físico de la semifinal obligó a Djokovic a desplegar todo su poderío para imponerse en el primer set y seguir teniendo opciones. Nadal jugó algo mejor que en Madrid, y estuvo varias veces a punto de decantar la balanza a su favor en forma de break. Al menos, hoy sí, esa derecha sí que carburó. Pero una conjunción entre los aciertos y la confianza del serbio y la inédita debilidad mental de Nadal acabaron decidiendo que el primer parcial sería para "el chacal".
En el segundo set Nole salió desbocado. Rompió el servicio de Nadal y todo indicaba que con el 2-0 a su favor la final en Roma sería una reedición de la de Madrid con un resultado quizá más doloroso. Pero, en este momento, comenzó a notarse el cansancio en una final que empezó con dos horas de retraso por la lluvia. Nadal hacía sufrir a Djokovic desde el fondo de la pista y monopolizaba los puntos largos. Recuperó el break inmediatamente y puso las tablas en el segunda set, cuya tendencia parecía que iba a favorecer claramente al español. Nole se vio forzado a acortar los puntos y a jugarse sus opciones a un solo golpe, arriesgando más de lo recomendable y cometiendo varios errores de bulto. Celebraba por aquel entonces cada punto de forma apoteósica, consciente de que estaba sobre la cuerda floja, gesticulando constantemente y haciendo ver sus molestias físicas.
Pero el campeón acabó imponiendo su jerarquía una vez más, contra todo pronóstico. Tras salvar varias opciones de break en varios juegos de servicio en los que estuvo poco acertado con este golpe, se encontraba 4-4 y 40-0 para Nadal al saque. En este momento, llega un fallo clamoroso de Nadal y al balcánico se le enciende la bombilla. Se da cuenta de que la confianza de Nadal es frágil y comienza a apretar para conseguir el break cuando parecía imposible. Así lo hizo, y tras un duro y largo juego no exento de largos y brillantes peloteos consiguió ponerse 5-4 arriba con saque para cerrar el partido. No le tembló el pulso y puso el broche de oro a una victoria "contrarreloj" muy ajustada, la cuarta consecutiva contra Nadal, algo sin precedentes.
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FILIPPO MONTEFORTE – AFP/GI |
Pocos esperaban que la temporada de tierra de este año 2011 fuese a ser tan apasionante. El dominio de Nadal nos tenía a todos o bien emponzoñados o bien engatusados, pero siempre algo aburridos. Djokovic, dado el bajón de Federer, la irregularidad de Murray y las lesiones de Del Potro, es la figura que le hace falta al tenis ahora mismo. Lo demuestran los cánticos ("¡Nole, Nole!") en el Campo Centrale durante la final, pese a ser su oponente el número del mundo. Y su actitud efusiva tan criticada no es cínica en absoluto. Nole quiere ser un gran campeón, se lo cree y necesita creérselo. No confundamos la soberbia con las preferencias personales. Djokovic está haciendo grande este deporte.
Por fin llegamos a Roland Garros con toda la carne en el asador. Porque Nadal sigue siendo el favorito en tierra, a nivel del mar y al mejor de cinco sets. Y porque Djokovic ha demostrado que aspira a todo, diga lo que diga su físico. París será una fiesta.
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