martes, 13 de septiembre de 2011

GS US Open: "Humans are gone"

EMMANUEL DUNAND – GETTY IMAGES

Las semifinales entre Federer y Djokovic fueron, con miedo, errores, decepción y cansancio, un perfecto ejemplo de partido terrenal. La final, que acaba de terminar hace unos minutos, ha sido algo superior, sobrenatural. Tal y como comentaba el locutor americano de Eurosport en medio de la refriega: "Humans are gone". Esto ha sido toda una experiencia ultrasensorial que, personalmente, me ha resultado difícil de creer. No es fácil encontrar palabras para lo que se ha vivido esta madrugada. Ahora mismo me tiemblan los dedos al escribir y no creo que pueda conciliar el sueño. Esta noche se ha hecho historia.

El número 1 y el número 2 del mundo se enfrentaban en un momento soberbio de forma, en la final del último Grand Slam de una temporada inolvidable. Tras un arranque del primer set con buenas sensaciones en el que Nadal parecía dominar con sus cambios de ritmo con el revés cortado y las aceleraciones con el drive, Djokovic arrolló al español en los dos primeros sets. Cierto es que la disputa fue genial y que en ambos sets Nadal comenzó con un break por delante, pero la tremenda confianza del balcánico parecía abocarle irremediablemente a la victoria.

El día en Nueva York llegaba a un precioso ocaso crepuscular, adornado con el característico skyline de fondo, cuando comenzaba el tercer set. Nole comenzó con break arriba, confirmando la tendencia de los sets anteriores. Sin embargo, la recuperación de Nadal llegó y nos dejó a todos boquiabiertos. Jamás he presenciado un set como el tercero de esta final. El ritmo de bola era meteórico, en un grado tal que costaba creerlo. Ambos jugadores golpeaban dejándose el alma en cada golpe y luchaban cada punto más allá de lo humanamente posible.

A partir de entonces, dos leyendas batallaban ante una grada enfervorecida, consciente de la trascendencia de lo que estaba presenciando. El tercer set proporcionaba un envite tras otro, cada uno más espectacular y dramático que el anterior. Cuando todo parecía perdido, con 6-5 y saque de Djokovic para cerrar el partido, Nadal se sacó de la manga quizá el mejor juego de la final para llegar al tie-break y demostrar que es el rey de los momentos igualados.

En el cuarto, se nos cortó la respiración. Tuvimos un ingrediente extra de drama para poner la guinda al pastel: Djokovic tenía molestias. Y, por si hay alguna duda: no, no escenificaba. Recibió un masaje en la espalda tras apuntarse con enorme sufrimiento el primer juego del parcial con su servicio, y posteriormente en cada uno de los descansos. Pero esta final no se merecía un desenlace tan penoso. El serbio sacó fuerzas de flaqueza y, sin hacer gesto alguno de dolor, comenzó tomar riesgos y a golpear aún mas fuerte. Nadal, tras la apoteosis del tercero, se quedó desarbolado. También comenzó a pesarle la presión. Ya no solo luchaba por casta, sino por ganar, pues parecía que el serbio no llegaría en condiciones de disputar un hipotético quinto set. Pero no hizo falta.

Nole cerró el cuarto set por un engañoso 6-1 en el que todos y cada uno de los juegos fueron de thriller. Y eso que, en todo el set, no hizo una solo de sus exageradas celebraciones tras ganar algún que otro punto épico. Llamadme loco, pero creo que la leyenda de Djokovic nace aquí. El serbio ahora sí es un nombre ilustre y no sólo un talento desmesurado con un extraordinario estado de forma. Que Nadal tenga la cabeza bien alta: ha perdido contra alguien más que el jugador de moda –como algún insensato se empeñaba en pintarle–, desplegando además un tenis fulgurante que ha dejado constancia del campeón que es y, por descontado, su orgullo intacto. También Nadal es ahora más grande. El tenis, lo es.

CLIVE BRUNSKILL – GETTY IMAGES

domingo, 11 de septiembre de 2011

GS US Open: El diván del Dr. Freud


CHRIS TROTMAN – GETTY IMAGES

Roger Federer tenía dos pelotas de partido al saque frente a Novak Djokovic con un 5-3 en el quinto set. De todos es sabido que el suizo es un tenista de sangre fría, pero que pese a su dilatada experiencia y a que ya ha conseguido casi todos los logros posibles, se presiona sobremanera en estos momentos decisivos. Fue entonces cuando Djokovic, con el agua al cuello, fue capaz de sentar al maestro en el diván de sus preocupaciones. Dos golpes de thriller –un resto directo aparentemente imposible y una derecha que pintaba definitiva pero se estrelló en la cinta– y la incomprensible psicosis del campeón afloró desde lo más hondo de su subconsciente.

Pudiera parecer que el problema no era tan grave: tan solo dos bolas de partido perdidas. Federer aún tenía el saque para cerrar el partido. Pero de repente, como reza la expresión inglesa, el peso del mundo cayó sobre sus hombros. Dos matchpoints desperdiciados: exactamente igual que le pasó el año pasado, en la misma ronda y con el mismo rival. De nuevo, como con Tsonga en Wimbledon hace un par de meses, la losa de perder un encuentro que dominaba dos sets a cero. Y para colmo, el chacal, cuya piel habían vendido antes de tiempo, con un resto ganador tan afortunado como suicida y la posterior payasada de turno, se acababa de ganar el beneplácito de una grada que momentos antes defendía a muerte al suizo.

El juego de Federer ayer casi no tuvo fisuras: tan completo, variado y estético como acostumbra; incluso el revés –que tantos y con tan poco crédito denostan– funcionó mejor que de costumbre. Sin embargo, el maestro ayer recordó al de tantos otros momentos de pánico sin los cuales habría agrandado su ya de por sí excelsa leyenda. Algunos capítulos memorables son Roma 2006 (dos matchpoints perdidos ante Nadal) y Hamburgo 2008 (Nadal le remonta un 5-2 en el primer set),  Por citar dos ejemplos relativamente remotos. Pero recientemente son muchos más, demasiados, los puntos negros en el recuerdo del suizo: Australia 2009 (pierde el tercero ante Nadal tras varios setpoints y un servicio para cerrarlo), US Open 2009 (del Potro le remonta tras ir break arriba en el cuarto), Indian Wells y Miami 2010 (Baghdatis y Berdych le levantan sendos matchpoints en torneos consecutivos), US Open 2010 (el precedente con Nole) e incluso Roland Garros este año (cuando Nadal le remontó un 5-2 y dos breaks arriba en el primero).

Losa tras losa, la carrera de Federer se va acabando. Cada nuevo lastre, como el que le ha endosado Djokovic, pesa mucho más que todo el supuesto declive físico que muchos se empeñan en atribuirle. Su lucha ya no es con los demás, sino consigo mismo. Si ama este deporte lo suficiente, será capaz de reponerse y prolongar su carrera algunos años más, pues su físico y su juego se lo permiten. Si no desea enfrascarse por más tiempo en la lucha del circuito, puede que deje de buscar un broche de oro para cerrar su casillero de títulos. Ojalá siga demostrando que estos repentinos ataques de pánico no son más que una muestra de que sigue teniendo intacta la ilusión que le llevó una y otra vez a lo más alto de este deporte.